En el camino de las flores
Un paseo por jardines y balcones para descubrir flores que no solo decoran, sino que también alimentan. De la calle al plato, la capuchina nos invita a explorar y experimentar con todos los sentidos.
Luego de un breve recorrido por el maravilloso mundo de las flores comestibles, te invito a recorrer las calles de tu barrio, jardines y balcones para que puedas fácilmente reconocerlas y así poder incorporar sabor y sobre todo mucho color a tus platos.
Existen muchas flores comestibles que podemos usar en la cocina, pero hoy quiero presentarte una de mis preferidas: la capuchina.
Mi primer encuentro —o al menos el que guardo en la memoria— con la capuchina fue en la infancia. Recuerdo cómo cubría, frondosa y vibrante, el cantero que rodeaba la huerta de la casita donde pasábamos los fines de semana en Pueblo Esther. No estaban allí solo para alegrar el paisaje: protegían la huerta de insectos indeseados y, al mismo tiempo, atraían a abejas y mariposas. Sus alas se confundían con los pétalos creando un efecto hipnótico y fascinante para mis ojos de niña.
Ya en la adolescencia me acompañaban cada mañana, camino al colegio, en un barrio donde los jardines del frente parecían estar gobernados por esta flor. Sus tonalidades, desde el amarillo suave hasta el naranja intenso casi rojo, llenaban la calle de vida. Son mi recuerdo más luminoso de aquel primer año en un colegio religioso, en el turno mañana, muy temprano… y mejor no digo más.
Entonces nunca imaginé que esas flores, además de hermosas y protectoras, podían comerse. Hoy me resulta natural encontrarlas también en mi mesa, me acompañan desde siempre, de manera cotidiana, en el camino y en el plato.
Es fácil de conseguir o reproducir en casa, además de versátil, colorida y sabrosa.
Y aunque no se trate de una flor silvestre, crece muy bien y sin mayores cuidados en nuestra zona, por lo que algunas veces llega a ser considerada una especie invasiva. Con los fríos fuertes y heladas desaparece, pero llegados los primeros calores sus semillas vuelven a germinar fácilmente.
Conocida también como capuchina, taco de reina, nasturtium, la tropaeolum majus, originaria de Sudamérica se ha cultivado como especie ornamental en regiones cálidas y húmedas llegando a naturalizarse incluso en diferentes zonas costeras de la península ibérica.
Según la guía de plantas silvestres del Basque Culinary Center todas las partes de la planta son comestibles y de sabor picante, con notas de wasabi y a mostaza. Aunque este “picor” puede ser más o menos sutil de acuerdo al suelo o al clima donde ha crecido la planta, pero a no asustarse, no se trata de un picante invasivo o molesto, sino más bien, suave y herbáceo.
Las flores desprenden un aroma especiado, parecido al azafrán. Los pétalos son la principal fuente de sustancias volátiles. Son delicados tanto en textura como en sabor, por lo que no soportan largas cocciones.
Generalmente se agregan al final de la preparación o crudos, para aportar notas aromáticas, complejidad y color al plato. También se pueden confitar, usar en infusiones, tés, tragos o destilados.
Infusionadas en vodka, sus hojas y tallos, crudos o cocidos, por su sabor son ideales para preparar salsas tipo mostaza o un “pesto primaveral”(ya que todavía no es temporada de albahaca).
Las hojas deshidratadas también las podemos utilizar como condimento picante y los frutos o semillas tiernas encurtidos son una opción sabrosa, picante y económica a las alcaparras.
Además de aportar color y sabor, la capuchina contiene compuestos beneficiosos para la salud y hoy se la considera un alimento funcional por su alto contenido de oligoelementos y compuestos bioactivos. Se ha demostrado que posee propiedades antibacterianas, antifúngicas, antioxidantes y anticancerígenas, gracias a su riqueza en antocianinas, polifenoles y vitamina C.
Como única precaución, además de lavarlas bien cuando las consumimos y asegurarnos de que no han sido tratadas con ningún pesticida tóxico, es conveniente evitar su consumo en exceso, así como en niños pequeños o en personas con úlceras digestivas.
En cualquier balcón o jardín, propio o ajeno, seguramente podes encontrar estas bellezas para enriquecer tus platos diarios. La capuchina es una excelente opción para empezar: combina estética, sabor y beneficios para la salud en un solo ingrediente.
No es casualidad que cuando un plato nos resulta atractivo digamos “qué lindo se ve” y automáticamente se nos apetece probarlo (…y también tomarle un foto para compartirlo inmediatamente en redes). El color no es solo un accesorio estético, es parte del sabor. Y pocas cosas lo representan mejor que las flores, que aportan un atractivo cromático a la mesa, a la vez que despiertan el paladar.
Charles Spence, en su libro “Gastrofísica”, cita diversos estudios llevados a cabo sobre la psicología de la comida , que muestran cómo los colores influyen directamente sobre la percepción de los sabores. Los tonos cálidos suelen asociarse a lo dulce, los verdes a lo fresco , herbal y saludable, los violetas y azules, aunque no nos resulten tan tentadores, a lo intrigante y sofisticado. Incorporar flores comestibles es, en ese sentido, mucho más que sumar belleza: es abrir un abanico sensorial donde la vista y el gusto se potencian mutuamente.
La capuchina es un recordatorio de que la belleza también puede ser sabrosa y cotidiana. En ensaladas, en una manteca de hierbas o como adorno vibrante en un plato sencillo, siempre tiene ese poder de sorprender con su color y su toque picante.



¿Te animas a probarla en tu cocina? Tal vez la encuentres en un balcón cercano o en el patio de un vecino, lista para darle otra dimensión a tus preparaciones.
A continuación te dejo una receta super fácil para que no tengas excusas para no probarla!!
Pesto de capuchina
Ingredientes:
1 taza de hojas de capuchina frescas (bien lavadas)
½ taza de nueces o almendras (también podes usar semillas de girasol para una versión más económica)
½ diente de ajo (opcional, para no opacar el sabor)
½ taza de aceite de oliva
2 cucharadas de levadura nutricional o queso rallado (según preferencia)
Jugo de ½ limón
Sal y pimienta a gusto
Preparación: Colocar en la procesadora o mortero las hojas de capuchina junto con los frutos secos y el ajo. Agregar de a poco el aceite de oliva hasta formar una pasta cremosa. Incorporar el limón, la levadura nutricional o queso, y ajustar con sal y pimienta. Conservar en frasco limpio en la heladera hasta 5 días, cubriendo con un poco de aceite para que no se oxide.
Ideal para acompañar pastas, untar en pan, realzar ensaladas o incluso como dip fresco con bastones de verdura.
Y esto es apenas un paso más en el camino.
El color nos abre otra puerta para disfrutar de lo que comemos, y las flores son un recordatorio perfecto de eso. La capuchina nos lo muestra de forma brillante, pero todavía queda mucho más por descubrir en las flores silvestres que se esconden en cada rincón de la ciudad.
En el próximo post los colores silvestres serán los protagonistas: flores que crecen casi sin pedir permiso y que guardan en sus pétalos un arcoíris de sabores y usos que quizás todavía no descubriste.
Nos leemos en comentarios y te invito a seguir explorando juntos este jardín comestible que florece en abundancia a nuestro alrededor y en cada plato.
Soledad
GSTM


